Libertad espacial. Irene Gras Cruz

«La geometría ilumina el intelecto y templa la mente».

Ibn Khaldun

 

Las obras de Rafa De Corral (Bilbao 1967) sumergen al espectador en un mundo hipnótico que lo atrapa de inmediato. Sus formas, sus espacios y sus figuras imposibles, pero sobre todo su color y sus puntos de luz, hacen de estas obras algo irresistible para el ojo expectante por descubrir los misterios que se esconden en cada una de ellas. De Corral trabaja el volumen y juega con sus múltiples posibilidades gracias a la perspectiva isométrica.

Rafa De Corral es pintor, pero sobre todo es dibujante. Trabaja intensamente el borrador hasta la perfección, dejando poco margen de error y modificación a la hora de realizar y presentar su estado final. Repite una y otra vez, buscando su perfección porque cada uno de sus cuadros representan un estado de ánimo, una razón; son experiencias y vivencias del propio artista, que solo intuimos por sus títulos -insinuantes y sinceros- que desvelan a un artista sencillo y sensible. Como él mismo afirma: “No me gusta desvelar el por qué de esos títulos, sólo diré que responden a momentos de mi vida, yo pinto mi realidad, aunque no lo parezca”. Del mismo modo, cuando se le pregunta por su modus operandi comenta: “En mi trabajo arranco desde lo racional y acabo dejándome llevar por lo personal: empiezo con las cosas bien atadas y luego lo deshago todo”.

Al dibujar en perspectiva isométrica existe una coincidencia entre objetos y formas que se encuentran a diferentes profundidades, lo que le permite jugar con la dimensión y recrear un espacio cerrado en uno abierto y viceversa, provocando sombras que acompañan el halo de misticismo que contienen sus obras. Se diría que desafía y agrede al espacio al tiempo que lo respeta y venera, ocasionando una ambigüedad fácilmente manipulable, uniendo y creando formas genuinas. Hablamos de paisajes inventados, de laberintos etéreos donde el visitante puede llegar a perderse.

Líneas infinitas y truncadas como las que Rafa De Corral plasma en sus trabajos. Cielos y planicies habitados por figuras geométricas, volumétricas, casi escultóricas que parecen someterse a formas arquitectónicas, pétreas, macizas y firmes pero a la par orgánicas y vivas que crecen y se mueven a su antojo por un espacio libre tan solo condicionado por la dimensión.

 

La presente exposición, confeccionada en diferentes partes, deja palpable el sentido evolutivo de la misma, desde figuras más estancadas y amarradas a una realidad tangible a otras libres y volátiles que vuelan sin rumbo fijo, sin un destino aparente. Figuras imposibles flotantes, casi etéreas en un infinito utópico. Donde centra su atención en como la percepción visual de figuras aparentemente correctas y posibles en dos dimensiones son imposibles de realizar fuera de un plano. Aunque el planteamiento inicial no sea el correcto, nuestra percepción nos dice que si lo es. Se componen de formas que engañen al espectador, gracias al equilibrio que proporciona el color. Juega con los diferentes efectos visuales desde dos disciplinas -la pintura y el audiovisual-, lo que le permite crear diversas sensaciones simultáneamente. Abierta a múltiples interpretaciones. Espacios contradictorios, interrumpidos por distintos cuerpos que distraen e invitan a reflexionar sobre nuestra propia conciencia. Digamos que actúan de puente, trasladan al público a un estado íntimo, puro, en el que solo existe el aquí y ahora. Conecta con un mundo libre de interpretaciones que tan solo nos pertenece a nosotros, cediéndonos el gran poder de determinar y sentir la obra sin intrusiones ajenas que distorsionen nuestras primeras impresiones. Tal y como refleja también en el video que las acompaña y la culmina. Videocreación que realiza junto al músico y compositor Marcos R. Conde, titulada Simetrías Axiales, donde presenta un juego perceptivo creado a partir de su serie Figuras imposibles que se mueven simultáneamente -sincronizadas con el audio-, dentro de un eje de simetría axial, también llamado rotacional, radial o cilíndrica que se da alrededor del eje, de modo que todos los semiplanos tomados a partir de cierta mediatriz presentan características idénticas. Se origina el mismo fenómeno que en una imagen reflejada en un espejo. Juego geométrico, a modo de calidoscopio, donde se crean múltiples formas a partir de una misma. Confusión y atracción casi hipnótica que nos arrastra a un mundo psicodélico donde lo imposible se torna posible. Lo interesante y fascinante de ellas es que muestran la percepción del espacio que uno quiera darle. Lo posible se revela imposible ante nuestros ojos y viceversa; todo forma parte de un gran juego de percepción visual, un laberinto de sensaciones y emociones que recuerda a las esculturas del famoso y reconocido artista norteamericano Richard Serra (San Francisco, 1939), en la que cada uno recorre y crea su experiencia artista.

 

De Corral se sirve de una técnica depurada ante un soporte orgánico como la madera con la que juega mediante la utilización de materiales diversos, le ayuda a conseguir una mayor plasticidad y textura, como el gel, la pintura acrílica y el papel couché, que le confiere a la superficie del cuadro brillo y suavidad, reduciendo la absorbencia de tinta al máximo. La textura que consigue finalmente le diferencia de otros artistas como el español Yturralde (Cuenca, 1942), gracias a ese carácter escenográfico de sus composiciones. Sus puestas en escena revelan un escenario preparado para ser analizado e utilizado; solo así el espectador logra interpretar la historia que se encuentra oculta detrás de cada uno. Títulos como Frida y Diego o Un antes y un después, Siempre hay una salida, Redefiniendo mi espacio o Tan lejos y tan cerca entre otros. Esperan impacientes la interactuación para poder confesar su significado.

Si algo debemos destacar en la obra de De Corral es el color, su elección y tratamiento. Esa paleta transmite diferentes sensaciones, desde confusión, melancolía, pérdida, calma, nostalgia, arrepentimiento a rabia o felicidad. Dicho campo infinito se alía con esa perspectiva que recuerda a la que utilizaba el catalán Salvador Dalí (1904-1989) en muchas de sus pinturas; asimismo, sus estructuras arquitectónicas evocan a las del italiano Giorgio de Chirico (1888-1978), quien organiza y construye un espacio partiendo de una escenografía muy teatral.

Líneas rectas, superposición de planos y puntos de fuga contrastan con la luz, las sombras y el color que emanan de sus cuadros, creando una sensación aurática que confronta las intersecciones. Esas líneas son las que el artista manipula y lleva al extremo hasta conseguir el efecto deseado. Crea volúmenes únicos jugando con esas rectas en un mundo donde las curvas y los círculos no tienen cabida. Así, destaca la sencillez y la pureza de esas formas que cobran vida gracias a un creador que trabaja con formas rectangulares y triangulares, especialmente. En este sentido, Rafa De Corral busca la verdad en las formas, la simplicidad, y eso es lo que encuentra en las líneas rectas, pureza.

Solitud, inmensidad o abandono son algunos de los adjetivos que invaden al público cuando está frente a las obras. Es como mirar dentro de un espejo en el que vislumbrar una composición de elementos casi futuristas, donde se ha eliminado lo prescindible para dejar paso a lo verdaderamente imprescindible, la esencia. Un paisaje romántico, al estilo de artistas como el alemán Caspar David Friedrich (1774-1840), en el que el ser se enfrenta solo ante un pasado melancólico -representado por ruinas- y un azaroso e imprevisible destino. Incertidumbre que recrea sustituyendo la escena por figuras inventadas en un escenario, neutro y aséptico si no fuera por el color, dispuesto a mostrar y representar su yo más íntimo. Gracias a los matices lumínicos que obtiene con la paleta de colores que baraja, terrosos y cálidos como el rojo, el amarillo, y fríos y brillantes como el blanco y el azul, consiguiendo un efecto metálico único, desde el brillo del acero y aluminio, al óxido del hierro o el cobre. Juego de contrarios pero complementarios que aluden al mundo onírico de Dalí, donde cualquier figura cobra vida y sentido.

De Corral cede esos espacios intrínsecos para que podamos sentirlos y vivirlos, para que lleguemos a liberarnos de la carga que rodea al ser humano, la opulencia, los prejuicios, la desigualdad, el estrés o la crisis no tienen cabida aquí. Somos nosotros ante la genialidad de nuestra imaginación. Seducidos por una belleza sutil y embriagadora proveniente de la oportunidad de poder elegir y protagonizar nuestro propio destino. El artista construye y deconstruye vacíos indistintamente, en diferentes planos volumétricos, representaciones que para muchos simbolizan lo urbano, puesto que sus figuras recuerdan lo que podemos considerar un proyecto arquitectónico. Simetrías y estructuras que dejan volar nuestra sensibilidad proyectándola en lo inacabado, en la acción misma de probabilidad.

 

Irene Gras Cruz

Historiadora y crítica de arte.